"Por lo tanto, no tenemos estrés cuando el tiempo es escaso, sino cuando creemos que no controlamos nuestro tiempo. Un estudio sumamente realista entre funcionarios ingleses así lo demostró. El epidemiólogo Michael Marmot y sus colegas descubrieron una inquietante relación entre el rango y la esperanza de vida: los empleados de nivel más bajo de la jerarquía no solo enferman con una frecuencia tres veces mayor que sus jefes superiores, sino que con la misma edad su probabilidad de morir también es tres veces mayor.
Más de diez mil funcionarios públicos de todos los estamentos posibles fueron visitados por médicos y sometidos a un cuestionario. Esta investigación, ya clásica, se denomina «estudio Whitehall», y toma su nombré de la calle londinense que acoge el centro administrativo del Gobierno británico y que, por consiguiente, está plagada de funcionarios públicos. Y en todos los casos, Marmot y su gente constataron lo mismo: cuanto más abajo en la jerarquía esté un grupo de empleados, más frecuentes son los signos de estrés. Los valores en sangre son peores, el riesgo de infarto de miocardio es mayor, la salud en general está en peligro. Estas diferencias no se observan únicamente al comparar los polos extremos de la jerarquía. Incluso los funcionarios de segundo nivel, los jefes de sección bien remunerados y que gozan de un elevado prestigio, están en unas condiciones considerablemente peores que sus jefes, que tienen toda la maquinaria bajo su mando.
Los factores sospechosos habituales (consumo de tabaco, alcohol, ingresos, formación o práctica regular de deporte) no pueden aclarar las diferencias. Pero, sobre todo, el estrés no tiene nada que ver con la cantidad de tiempo que requiere el trabajo, puesto que los cargos más altos pasan de promedio más horas en la oficina que los subordinados. Sin embargo, están mucho menos afectados por la presión laboral.
Así pues, los investigadores del estudio Whitehall decidieron indagar en factores mentales. Encontraron lo que buscaban en la información que los funcionarios deban acerca de su rutina laboral: cuanto más abajo en la jerarquía estaban los encuestados, menos podían decidir ellos mismos como y, sobre todo, cuándo ejecutar sus tareas. En las encuestas manifestaron su sensación de impotencia con frases como «estudio Whitehall», y toma su nombré de la calle londinense que acoge el centro administrativo del Gobierno británico y que, por consiguiente, está plagada de funcionarios públicos. Y en todos los casos, Marmot y su gente constataron lo mismo: cuanto más abajo en la jerarquía esté un grupo de empleados, más frecuentes son los signos de estrés. Los valores en sangre son peores, el riesgo de infarto de miocardio es mayor, la salud en general está en peligro. Estas diferencias no se observan únicamente al comparar los polos extremos de la jerarquía. Incluso los funcionarios de segundo nivel, los jefes de sección bien remunerados y que gozan de un elevado prestigio, están en unas condiciones considerablemente peores que sus jefes, que tienen toda la maquinaria bajo su mando.
Los factores sospechosos habituales (consumo de tabaco, alcohol, ingresos, formación o práctica regular de deporte) no pueden aclarar las diferencias. Pero, sobre todo, el estrés no tiene nada que ver con la cantidad de tiempo que requiere el trabajo, puesto que los cargos más altos pasan de promedio más horas en la oficina que los subordinados. Sin embargo, están mucho menos afectados por la presión laboral.
Así pues, los investigadores del estudio Whitehall decidieron indagar en factores mentales. Encontraron lo que buscaban en la información que los funcionarios deban acerca de su rutina laboral: cuanto más abajo en la jerarquía estaban los encuestados, menos podían decidir ellos mismos como «Otros toman las decisiones acerca de mi trabajol» o «No puedo decidir yo mismo cuándo hacer una pausal». De ahí proviene el estrés que padecen. Los funcionarios masculinos, que estuvieron de acuerdo con afirmaciones de este tipo, vivían con un riesgo hasta dos veces y media mayor de sufrir un infarto de miocardio o de un ataque de apoplejía que los compañeros que se sentían felices de poder decidir ellos mismos sobre su tiempo (enseguida hablaremos de las mujeres)".