12/05/2020

Reseña del libro “Deep Work”, de C.Newport (y de paso, comentarios a la intensa conectividad laboral actual).

Reseña del libro “Deep Work”, de C.Newport (y de paso, comentarios a la intensa conectividad laboral actual).

A continuación, paso a realizar una reseña del ensayo, editado en inglés, “Deep Work” (su traducción podría ser Trabajo profundo, o Trabajo con profundidad),de Carl Newport (Ed. Piatkus, 2016).



Para empezar, quisiera situar al lector de mi diario sobre los motivos que me llevaron a empezar a leer este ensayo a inicios de este año. Conforme a la información de que disponéis de mí en este diario, soy lo que se denomina hoy como un trabajador del conocimiento, es decir, soy profesor universitario en el ámbito del Derecho, entre cuyas funciones están principalmente la docencia a estudiantes de Grado y Másteres, así como la investigación en mi ámbito de conocimiento, el Derecho del Trabajo, la Seguridad Social y la normativa de inmigración y extranjería. Mi vida laboral venía consistiendo en trabajar dos o tres días laborables a la semana en casa gracias a las tecnologías de la comunicación, y trasladarme en tren otras dos o tres jornadas a la ciudad en cuya universidad presto mis servicios para, principalmente, impartir docencia. De forma general, los días que pasaba presencialmente en mi facultad eran intensos en todo tipo de actividades además de la docencia, reuniones con todo tipo de objetivos, organización de actos académicos, etc., sin que pudiera dedicar mucho tiempo a mi propio reciclaje formativo (lectura, búsqueda de información, realización de trabajos o informes escritos, es decir, todo lo que se pueda incluir en el concepto de investigación en general). Estos últimos ámbitos de mi trabajo los reservaba para los días que permanecía en casa, sabiendo, en todo caso, que entonces tampoco estaría libre de correos electrónicos o llamadas sobre cuestiones relativas, ya fuera a la docencia, ya fuera a la gestión ordinaria de mi área de conocimiento académica o a mi dirección de una cátedra universitaria sobre inmigración.

Pese a mi objetivo de dedicar prioritariamente mi (tele)trabajo en casa al estudio, notaba el tiempo se me consumía cada vez más en la consulta y respuesta de correos electrónicos, en el uso del teléfono para hablar de cuestiones profesionales con compañeros, y también, en la consulta de las redes sociales donde tengo cuenta o de las noticias aparecidas en medios de comunicación. Lo cierto es que llegó un momento en el que noté que no era tanto la presión o urgencia de mi entorno laboral para solventar peticiones a través de correos electrónicos u otros tipos de instrumentos digitales lo que más captaba mi atención, sino que en muchas ocasiones era yo mismo quién, sin ningún tipo de motivación específica, me veía empleando minutos y minutos  en la consulta de las redes, de los periódicos digitales, o incluso al acceso al buzón de correo por si llegaban mensajes que me pidiesen algo. En definitiva, tanto en mi modalidad de trabajo presencial, como en casa a través de la formación a distancia, veía que mis tareas de estudio, investigación y productividad en forma de escritos o informes se veían clarametne dañadas.

Para encontrar soluciones a mi dependencia de los instrumentos digitales decidí empezar a leer, por recomendación de un amigo holandés, Justin Nogarede, investigador especializado en la economía y empleo digital, el libro Deep Work, de Carl Newport. Justin me avanzó que con su lectura aprendería maneras de evitar los cantos de sirena de internet, y así concentrarme más en mis estudios e investigaciones.

Pues bien, si empezar a leerlo era de mucho interés para mí en un contexto que podíamos entender como normal, es decir el traslado ordinario a nuestra sede de trabajo, con la particularidad en mi caso, y en el de los profesores universitarios en general, de compaginarlo con el tele-trabajo en casa, imaginaos como dicha necesidad se hizo evidente aún más con el estallido de la crisis sanitaria provocada por la enfermedad de la COVID-19 el 14 de marzo, que supuso la declaración del estado de alarma y con ella nuestra reclusión laboral en casa, y aún más importante, la atribución lega como modalidad preferente al trabajo a distancia. Más que como preferencia, que es así como dispone el epígrafe del art. 5 del Real Decreto-ley 8/2020, de 17 de marzo, de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19, lo que en verdad se impuso fue a mi parecer la obligatoriedad del trabajo a distancia bajo la modalidad de tele-trabajo, si ello era posible.

La intensidad que ha supuesto para mi esta nueva forma de afrontar mi trabajo, ahora ya no de forma parcial (varios días a la semana, como solía hacer antes de marzo),sino a tiempo completo (o mejor sería decir, de forma intensa, sin límite de tiempo),me llevaron a finalizar la lectura del libro lo antes posible y a hacer esta reseña valorativa.

Ya en la introducción del libro aparecen los dos conceptos clave bajo los que se articula su argumentario: por un lado, el “trabajo profundo”, definido como aquella actividad profesional llevada a cabo en un estado de concentración libre de distracciones que promueve o empuja al límite las capacidades cognitivas de uno mismo; por otro, está el trabajo sombrío o superficial, como aquel cuyas exigencias no son cognitivas, sino que son tareas de carácter logístico, a menudo realizadas mientras se está distraído (aquí entrarían de forma general la consulta del correo electrónico, el acceso a redes sociales, la consulta por internet de información, etc…). Para el autor, el esfuerzo que se dedica a estas cosas no crear mucho valor nuevo en el mundo ya que, por lo demás, son tareas fáciles de reproducir o copiar por el resto de personas.

El objetivo principal del libro es promover el modelo de trabajo profundo, ya que según advierte el autor, los trabajadores del conocimiento, como es mi caso, están olvidando rápidamente el valor de su ser profundo. Newport basa esta apuesta en el hecho de que el trabajo profundo es valioso, es raro y es significativo.

a) Es valioso porque según el autor, se trata de una habilidad nuclear para prosperar en la nueva economía, en la que se requiere realizar cosas difíciles de hacer, como aprender sin distracciones, y producir en términos de velocidad y calidad (“If you don’t produce, you won’t thrive –no matter how skilled or talented you are”). Lo  cierto es que solo de leer la importancia de la productividad, su velocidad y la calidad en su realización me he sentido estresado y algo preocupado, ya que no sé si esa combinación podría definirse como “sostenible” cuando en estos últimos años ha primado en mi parecer la productividad y la velocidad en su consecución, pero apoyadas en la dotación de pocos recursos a los empleados para llevarlas a cabo (sobre todo en términos de formación),en el marco de contratos de trabajo atípicos y en muchos casos precarios.

b) Es extraño o raro el trabajo profundo porque puede no hay indicadores o marcadores sobre lo que es ser productivo para un trabajador del conocimiento, en el sentido, entiendo yo, que puede pasar momentos o etapas en las que parece que no traduce ningún resultado, por lo que, dice Newport, muchos de nosotros buscamos otro tipo de marcadores que prueben nuestra productividad, básicamente haciendo cosas de forma visible (ahí podrían estar el uso de las redes sociales). En este ámbito es de interés lo que explica el autor del caso de una empresa que observaba como durante la jornada laboral había menos circulación de datos (conectividad del trabajador, intercambio de correos) que cuando los propios trabajadores estaban en sus casas (se entiende, utilizando la tecnología para cuestiones relacionadas con su empleo). Para la empresa era imprescindible que los trabajadores hicieran visible su conectividad durante la jornada, ya que en caso contrario era como si no produjeran. Por esa razón, se prohibió a los trabajadores conectarse desde sus casas. Para Newport, esta última directriz era anacrónica, ya que controlar la realización por los trabajadores de mails cuando están en la empresa y no permitir enviarlos desde casa está pasado de moda.

En este punto discrepo del autor, ya que, pese a que creo que la motivación de la empresa de bloquear la posibilidad de enviar correos de casa era errónea, si estoy en cambio de acuerdo con la decisión tomada (al margen de si se hizo o no con los representantes de los trabajadores, cosa de la que no habla el libro, aunque siempre es recomendable en estos asuntos). De hecho, lo que tampoco se habla en el libro es por qué los trabajadores necesitaban enviar mails desde casa, fuera de su jornada de trabajo; tal vez debían hacerlo por una mala gestión organizativa o de establecimiento de objetivos por la empresa, y este es un punto importante que conviene recalcar: en muchas ocasiones, la intensa conectividad laboral que estamos viviendo los tele-trabajadores, palpable aún más con la crisis del COVID-19, tiene mucho que ver con la precipitación, la falta de medios adecuados, la política de recursos humanos (recortes de personal, precariedad de las relaciones laborales, falta de definición y cumplimiento adecuado de las funciones de lo que a cada grupo le corresponden),la política de la empresa (si es que existe) sobre objetivos a cumplir, y naturalmente, la adopción o no de medidas propias de desconexión digital de los empleados tal y como promueve el art. 88 de la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales.

Tal vez, una política basada en la calidad del trabajo y de la relación laboral de quién lo realiza, una política adecuada de formación laboral y, ahora hablo por la Universidad también, una adecuada política respecto del profesorado que desea investigar y producir en ese sentido, podrían ser alicientes suficientes como para no utilizar el correo electrónico por las noches, para así evitar tenerlo que hacer por la mañana, donde el sufrido profesor pretende estudiar. Es posible que la noción de desconexión digital.

Pero además, es de indudable importancia la adopción por la empresa de una política de desconexión digital en la empresa regulada por el art. 88 mencionado. En todo caso, más allá de lo anterior, es posible que ante los acontecimientos que estamos viviendo derivados de la epidemia del coronavirus, la noción de desconexión digital en el ámbito laboral tal y como está configurada legalmente haya quedado desfasada y sea necesaria una actuación decidida de la ley en salvaguardar ciertos derechos intrínsecamente relacionados con dicha desconexión, como el de seguridad y salud laboral o el de conciliación. Tal vez, se incluso necesario hablar, más que de desconexión, de arbitrar medidas al máximo nivel sobre conectividad laboral por las empresas más allá de la jornada laboral, incluso estableciendo el bloqueo, si es necesario, del uso por la empresa de sus dispositivos para fines laborales a partir de una hora determinada a excepción de determinados supuestos.

c) Finalmente, para Newport el trabajo profundo es “significativo” ya que la capacidad para focalizar nuestra propia atención en un asunto hace nuestra vida mejor. En su opinión, lo que eres, piensas y haces es en lo que te focalizas. Justo lo contrario a un modelo de trabajo dominado por internet y los correos electrónicos, que llevan a un mundo dominado por el estrés, la irritación, la frustración y la trivialidad.

Sin perjuicio del interés de algunas de las afirmaciones anteriores, en este punto también quiero traer a colación también otro pensamiento que a veces me sobrevenía cuando leía el libro, y que de forma insospechada encontró su expresión en una entrevista que leí en la Vanguardia. El 12 de febrero la sección de La Contra de dicho diario se titulaba “Gracias a las redes, hoy leemos y escribimos más que nunca”, opinión que formulaba el entrevistado aquél día, Toni  Segarra, creativo publicitario. Mientras iba leyendo la entrevista en la que defendía su manera de trabajar por libre (aunque con un equipo),al margen de la multinacional de la que había desertado, me encontré de repente con una afirmación que, por cierto, parecía no venir a cuento respecto del hilo conductor de la entrevista, que era la siguiente: “reivindico la superficialidad, porque la pretensión de profundidad en realidad, está ligada a jerarquías de grandes corporaciones”.

Tras leer esto no pude por más que poner dicha idea en relación con la tesis del Deep Work y reconocer también que muchas de sus formulaciones parecían más pensadas para altos directivos, o creadores pagados específicamente para ello, que para los trabajadores del conocimiento en general. Yo también quiero poner en valor lo importante de internet y del correo electrónico, gracias a los cuales he podido quedarme a trabajar en casa dos días a la semana, como he dicho anteriormente, así como emprender actividades que hace años solo se hubiesen resuelto lenta y en forma de encuentros con otras personas. Eso no quita que también a su uso, o el internet, deban ponérsele límites, ya que en pocas ocasiones, el uso que he hecho del correo electrónico, el acceso a internet o ya no digamos las redes sociales, me han servido al objeto de reciclarme, formarme, o sobre todo poder crear o realizar algún tipo de escrito docente o investigador.  

En todo caso, los apartados más relevantes del libro se encuentran en aquellos que establecen las reglas para conseguir acceder al trabajo profundo. Carl Newport establece 4 reglas para conseguir llevar a cabo dicho trabajo, que paso a comentar de forma sintética:

1. Establecer rutinas y rituales en nuestros comportamientos en nuestro día a día laboral que lleven a mantener un estado de concentración sin quiebras en nuestro trabajo. El autor señala varios tipos de filosofías o principios de actuación para conseguirlo, así como modos de organizarse el día y la semana laboral, o incluso la opción de llevar a cabo acciones extraordinarias que le hagan a uno desconectar incluso física o espacialmente del trabajo que realiza (en este punto, el autor pone el ejemplo entre otros de la autoría de la saga Harry Potter, J.K.Rowling, quién para acabar uno de los libros que componen su serie, se enclaustró en la habitación de  lujo de un Hotel fuera del alcance de su entorno). Pocos disponen de los recursos como el citado para conseguir aislarse y crear una obra o realizar una actividad lo suficientemente pensada, planificada o ejecutada al margen de la inercia laboral y personal diaria como el ejemplo descrito. En el libro también se promueven otros, más al alcance como aprovechar cualquier momento libre para hacerlo, que por cierto en momentos de confinamiento como el que vivimos aún puede resultar más difícil por la vida familiar. En todo caso, si considero de interés al menos la idea de fondo: es necesario algún tipo de planificación personal para tener tiempo para pensar, o al menos para hacer algo en soledad, haciendo lo necesario para no dejarnos vencer por la agenda.

2. La segunda regla podría titularse “abrazar el aburrimiento”. Para el autor, igual de importante que la habilidad para concentrarse intensamente, es también limpiar la mente y despojarla de la dependencia de la distracción que nos ofrece la tecnología. Para Newport, es sumamente importante llevar a cabo una planificación de cómo se usa internet y el correo electrónico, y olvidarse de estos instrumentos el resto del tiempo.

3. Lo anterior está directamente en relación con la tercera regla: abandonar las redes sociales. En su libro, el autor expone una serie de reflexiones sobre la capacidad de las redes sociales para captar nuestro interés, usarla de forma continua hasta el punto de crear adicción en su utilización y derivado de ello, cortocircuitar la capacidad de desarrollar la necesaria concentración para la realización de un trabajo intelectual a largo plazo. Yo añadiría que no solo las redes sociales, también la consulta de diarios digitales puede provocar las mismas consecuencias en el trabajo que aquellas: las señales luminosas de noticias de última hora, las dimensiones de las frases que se quieren subrayar acompañadas de fotografías atrayentes, o sobre todo, la disponibilidad continua de reportajes, artículos, ensayos, o documentos de cualesquiera contenidos, aunque no tengan nada que ver con las noticias de la jornada, y donde seguro que uno encuentra siempre algo que leer, constituyen unos irresistibles para captar nuestra atención de forma continua.

Pero las redes sociales o internet no solo interfieren en nuestro tiempo de trabajo, sino que inciden también en nuestro tiempo libre. En este punto, Newport aboga por pensar bien que se hace con el tiempo libre que tenemos. A mi parecer, una de las conclusiones más importantes de la lectura de Deep Work es que dominar el arte del trabajo profundo implica tomar el control del tiempo que se dispone y de la atención ante las variadas diversiones que intentan robárnoslas. Como se afirma por el autor del libro, no se trata de abandonar internet sino de ser más exigente en su uso, y para ello propone una serie de reflexiones para detectar cuándo es de interés acceder o cuándo no.

4. Como última regla, lo que Newport denomina como vaciar el trabajo sombrío. Para ello, el libro promueve, entre otras idas, realizar un esquema de lo que se hace cada minuto del día. En este punto, el autor propone formas de llevar a cabo esa acción, en concreto, la de planificar a que se dedica cada franja de tiempo, así como también, finalizar la jornada de trabajo a las 17:30h.

En este marco, el autor analiza también el uso del e-mail, y propone algunas acciones que él ha conocido en sus investigaciones, algunas de las cuales me parecen difíciles llevarlas a cabo y no las recomiendo como las consistentes en no contestar e-mails de estudiantes cuándo no cumplen determinados requisitos (aunque yo lo hago siempre, digan lo que digan, o como lo digan, cuando el mensaje se me dirige de forma personalizada); o responder al remitente con un mensaje que lo haga trabajar más, por ejemplo, obligar, a través de filtros o mensajes automáticos a estudiantes a elaborar más sus peticiones para obtener la respuesta del profesor. A mi modo de ver, el correo electrónico ha pasado a ser una clave de la comunicación en el ámbito laboral en nuestra sociedad que, si se me permite decirlo, debe cuidarse convenientemente si se quiere que sea eficaz, lo que implica también saber sus límites en la traslación de directrices, recomendaciones o indicaciones a nuestro interlocutor. Con frecuencia he comprobado cómo, según qué personas, un mensaje demasiado largo, o breve pero intenso en comunicaciones, no consigue el efecto que si se consigue a través de otros medios.

Estas reglas pueden ser eficaces para no distraerse con el correo electrónico, internet y las redes sociales. Ahora bien, para concluir con mi reseña quisiera aportar una última reflexión, a modo de coda de otra que también he realizado anteriormente sobre la necesidad de establecer reglas sobre conectividad laboral: a mi modo de ver, lo que se destila del libro  Deep Work, desde luego de interés para todos los trabajadores del conocimiento, es que las soluciones para trabajar en profundidad son individuales, y por tanto ni se plantea ninguna solución derivada de una regulación específica o de acuerdos colectivos en el marco de la empresa. Es esto último lo que considero que se debe reivindicar. Ante las nuevas tendencias que emergen en el mercado de trabajo, algunas en fase de aceleración como el cambio tecnológico con la entrada de la inteligencia artificial, otras tras el estallido de la crisis sanitaria y social por la enfermedad de la COVID-19 como es el tele-trabajo en casa, necesitan de una regulación pública, que reconozca derechos e imponga deberes mínimos de trabajo, entre los que naturalmente deben estar cuestiones de conciliación de la vida laboral o familiar, flexibilidad en los horarios a decidir por el tele-trabajador o seguridad y salud laboral.

Creo que estamos ante el estado de crisálida del desarrollo de una nueva regulación sobre conectividad en el ámbito laboral, o de desconexión digital, no solo por la urgencia de que lo ya empezado en materia de tele-trabajo ya no tiene marcha atrás, sino para evitar más daños a la salud de las personas que las que el propio coronavirus ha supuesto.

Espero que esta reseña os haya sido de interés para leer el libro, sobre todo si es traducido al español, cosa que creo que ninguna editorial ha llevado a cabo hasta la fecha.
 
 
 

 
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