22/09/2013

Valores, Diversidad e Inmigración en Québec (Canadá)


En el marco de una subvención concedida al Grupo de investigación que dirijo en la Universidad de Girona por el Ministerio de Ciencia e Innovación en el año 2011 para estudiar el reconocimiento de un trabajo decente para la población inmigrante, he venido este mes de septiembre a Montréal, en el Québec canadiense, para conocer de primera mano las experiencias sobre la gestión de la diversidad de los trabajadores en el ámbito laboral, ya que se estima en unas doscientas las etnias que conviven en este país.

La legislación canadiense en general, y quebequesa en particular, conceden una protección intensa en el ámbito público y privado al reconocimiento y al ejercicio de las libertades fundamentales de la persona sin admitir ningún motivo personal o social de discriminación por ello, hasta el punto de regular la obligación general llamada de “acomodo razonable”, conforme a la cual, ante la solicitud de un empleado que se siente discriminado, por ejemplo en el reconocimiento de su libertad religiosa, el empresario debe adaptarle el trabajo para que pueda ejercitarla si ello no le supone un coste excesivo. De ahí que, en función de estas bases jurídicas, la utilización por trabajadores de vestimentas o símbolo religiosos sea visible en Canadá, tanto en el ámbito público como privado, sobre todo en éste último, ya que, a no ser que se haya demostrado una carga desproporcionada en la solicitud del trabajador, el empresario debe admitirla.

Este sistema de gestión de la diversidad a través de los acomodos razonables se concibió al margen de la inmigración, pero a finales de la  pasada década entraron en crisis por varios motivos, princialmente por la relevancia pública que adquirieron diversos conflictos cuyo trasfondo eran peticiones para poder ejercer creencias religiosas en diversos ámbitos sociales, pero también por el aumento de la inmigración especialmente en Québec, que estaría viendo incrementado a ritmos importantes anualmente la tasa alrededor del 12% que tenía en el 2006 (de hecho, al Québec llega un 20,8% de la inmigración que viene a Canadá, principalmete de Haití, China,  Argelia, Marruecos y Francia).

Esta situación de desconcierto ante la aplicación de los acomodos razonables por motivos religiosos hicieron que el Gobierno quebequés crease una Comisión, la denominada como Bouchard-Taylor, para orientar las políticas públicas en materia de diversidad. Su trabajo se publicó en 2008, e incluía una serie de recomendaciones que partían de la especificidad nacional de Québec en el marco canadiense, básicamente por la presencia de un patrimonio ligado a la lengua y cultura francesa. Con esta base, la Comisión defendía la vigencia de las medidas de acomodo razonable, y sostenía que en materia de inmigración no podía aplicarse en esta región federada el principio multicultural anglófono, sino más bien un modelo intercultural, en el que interactuasen las diferentes visiones religiosas y culturales con el nucleo central del conocimiento del francés. Además de ello, la Comisión abogaba por un régimen de secularización o laicismo abierto, que aprobase la manifestación de las creencias religiosas también en la  esfera pública.

Con estos antecedentes, mi llegada a Montréal no puede haber sido más acertada porqué justamente este mes el Gobierno quebequés ha formulado públicamente su interés en impulsar el
Proyecto de la Carta de Valores, que supone una reformulación de la situación legislativa y social actual. A través de esta iniciativa, el Gobierno del Québec desea regular la existencia de unos valores comunes, fundados principalmente en la prioridad del idioma francés, la neutralidad religiosa del Estado, y el principio de igualdad de hombres y mujeres. Según los impulsores de la Carta, estos principios constituirían el fundamento para concretar el sistema de los acomodos razonables en materia religiosa, así como también el régimen de integración de los inmigrantes.

La Carta dispone de cinco grandes propuestas, lo que implica una gran ambición en sus objetivos, pero también una mayor dificultad en el logro de consensos para aprobarla de forma general; dichas proposiciones son:

1. Modificar la legislación, particularmente la Declaración de derechos y libertades de la persona, de donde trae su origen el deber general de acomodos razonables, de forma que el Estado pueda regular con mayor concreción su aplicación cuando la solicitud tiene como trasfondo un motivo religioso, siempre que se garantice la igualdad entre hombres y mujeres.

2. En aras del deber de neutralidad del Estado en materia religiosa, regular que el personal funcionario deba ejecutar sus tareas laborales manteniendo la neutralidad religiosa, reservándose para si mismos la expresión de sus creencias religiosas (por cierto, deber de reserva que ya existe respecto a  la ideologia u opinión política)

3. Prohibición para los empleados públicos de que en el ejercicio de su trabajo se muestren con símbolos religiosos “fácilmente visibles”. Ejemplos de signos prohibidos serian la  cruz cristiana o la doble cruz ortodoxa de grandes dimensiones, la kippa, el hijab, el niqab, el burqa, o el turbante. En cambio, serian  autorizados, la cruz, la estrella de  Davida o la media luna estrellada de pequeñas dimensiones

De dicha prohibición, sólo se eximiría a los de enseñanza profesional,  universidades, establecimientos públicos de salud, servicios sociales y municipios, si estos lo solicitasen por un período de cinco años, si bien esta posibilidad de que sus funcionarios incorporasen signos religiosos visibles no podria significar la autorización de llevar la cara cubierta.

4. Regular el deber de  llevar la cara descubierta cuando se utiliza un servicio del Estado, tanto para la persona que lo ejecuta como por la que lo recibe.

5. Establecer una política de puesta en práctica por los organismos públicos que permita asegurar la neutralidad religiosa del Estado.

A juzgar por los primeros sondeos tras la iniciativa del Gobierno del Québec, este proyecto de Carta de Valores ha causado una importante división social, ya que mientras el 43% la aprueba, otro 42% lo rechaza (a notar, en todo caso, que mientras entre la población francófona una ligera mayoría la aprueba, entre la población anglófona del Québec un 72% lo rechaza).

En todo caso, si se entra a valorar estos sondeos propuesta por propuesta es donde se hace palpable el principal punto de conflicto, ya que si por una parte la idea del Gobierno de que las personas que utilicen servicios públicos lo hagan a cara descubierta recibe un gran apoyo, la propuesta diversa consistente en prohibir a los empleados públicos el uso de símbolos religiosos ostentatorios cae en aceptación popular, ya que sólo el 51%  lo apoya, aumentando al 58% en el segmento de la población francófona.

De hecho, es ésta última orientación de la Carta que mayor división provoca entre la sociedad quebequesa y la canadiense en general. Entre las entidades que ya se han manifestado a favor de la prohibición se encuentran el partido que ocupa el Gobierno, Partido Quebequés o PQ (con parámetros europeos, un partido de centro-izquierda, pero con acento soberanista o independentista),el Sindicato de la función pública, las entidades municipalistas de la región del Québec, movimientos laicos o intelectuales de religión musulmana que se han manifestado contra el uso del velo. En contra, el Partido Liberal (con tendencia de centro-derecha, favorable al status quo federal con respecto a Canadá),otros partidos minoritarios que van de la derecha a la izquierda, Montréal y municipios de su entorno (donde viven numerosos inmigrantes),entidades religiosas, federaciones autónomas de enseñanza e importantes voces de intelectuales y académicos.

Durante mi estancia, la mayor parte de debates o conversaciones en las que participo abordan en general el choque que la Carta de Valores supone respecto al modelo multicultural anglosajón, pero también respecto a lo concebido por la Comisión de 2008 que propugno un modelo de laicismo abierto; en particular, ante la prohibición del uso por los empleados públicos de signos religiosos ostentatorios, los  principales debates sobre la Carta de Valores abordan las siguientes cuestiones: ¿Es una manifestación del principio de neutralidad del Estado ordenar que, no solo las instituciones públicas, sino también sus servidores, mantengan en su trabajo dicha neutralidad respecto a sus creencias no llevando símbolos religiosos visibles?; ¿si un empleado público lleva un símbolo religioso ostentatorio, implica ello hacer proselitismo religioso mientras está llevando a cabo su función pública?; ¿el hecho de llevar un símbolo religioso supone que la  persona obrará en consecuencia con su religión a la hora de ejecutar su trabajo en el servicio público?; ¿Supone el Proyecto de Carta de Valores una vulneración del derecho de libertad religiosa, de la libertad de conciencia, y del derecho al trabajo?; ¿la prohibición de que los servidores públicos lleven símbolos religiosos ostentatorios, facilita la creación de un espacio común secular, que respeta el derecho de los creyentes y de los que no lo son?, y ¿facilita la integración de los inmigrantes con identidades religiosas diversas en la sociedad de acogida?

Estas son las preguntas que la sociedad quebequesa se está haciendo hasta que la Asamblea nacional quebequesa decida aprobar o no el Proyecto de la Carta en el mes de noviembre, cuya evolución seguiré ya en mi universidad, esperando por mi parte que el resultado final no incumpla el carácter propio que las sociedades occidentales se han dotado a partir de los principios básicos del liberalismo, es decir, la separación del Estado y la iglesia, trasladando las manifestaciones religiosas a la esfera privada. Y además, de ello, espero que las discusiones sobre esta cuestión sirvan para favorecer el derecho de las personas a migrar y a integrarse en la sociedad de acogida, en mutua interacción con los autóctonos en el marco de un sistema compartido de valores democráticos y de Derecho, sin que la pertenencia a una comunidad religiosa pueda implicar la quiebra de esas reglas comunes de convivencia.

 
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