03/02/2022

Visita en Barcelona a la exposición La màscara no menteix mai / La máscara nunca miente

Visita en Barcelona a la exposición La màscara no menteix mai / La máscara nunca miente

El último fin de semana de enero he visitado la exposición La máscara nunca miente en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, que está abierta al público hasta el 15 de mayo de 2021.

Quisiera recomendar encarecidamente la visita a esta exposición. Ver el tratamiento que en diferentes épocas históricas ha tenido el uso de máscaras nos muestra nítidamente sus miedos y sus anhelos, y nos advierte de la huella que una sensación u otra imprime, para bien o para mal, en la evolución de nuestras sociedades.

Se trata de una exposición que acoge obras de arte, sino que se trata de una colección de máscaras y vestimentas, fotografías, películas, carteles, libros o artilugios varios que se nos muestra el uso de las máscaras a través de la historia y por motivos varios. Se trata más bien de una exposición de ciencias sociales y políticas que nos pretende hacer reflexionar sobre el hecho de ponerse un máscara y cuál es su impacto en la sociedad.

Ya el primer tablón informativo de la exposición ya nos informa que la máscara es un objeto de gran complejidad, no solamente porque ha sido utilizada, y lo sigue siendo, por toda clase de rebeldes, chamanes, artistas de vanguardia, personajes de ficción o terroristas, sino porque las razones del acto de enmascaramiento, y las consecuencias del desenmascaramiento, son múltiples y, en ocasiones, sorprendentes.

Efectivamente, cuando el visitante va pasando por sus diferentes salas se encuentra como el uso de la máscara es debido a razones de delincuencia, por razones revolucionarias, como símbolo de heroísmo o fortaleza de quién se cubre el rostro así, para esconder ideologías de odio contra otros, también por motivos identitarios, o podemos añadir, por razones de protección de la salud personal y pública a raíz de la pandemia que vivimos desde el 2020. De hecho, el mismo tablón al que antes hacía referencia expresa que el rostro enmascarado es el gran símbolo de la contemporaneidad en la que las batallas se libran en el reino de las experiencias y las fronteras entre ficción y realidad se desvanece.

Se pueden encontrar interesantísimos comentarios sobre la exposición en internet, empezado por la propia presentación de la exposición en el CCCB, realizada por su Directora, Judit Carrera, con el título: "La máscara y el universo político del rostro", o el propio folleto explicativo en formato digital de la exposición en el que se hace una interesante sinopsis de sus diferentes contenidos, firmado por su comisaridado: Servando Rocha y Jordi Costa. De hecho, la base de la exposición es el ensayo Algunas cosas oscuras y peligrosas. El libro de la máscara y los enmascarados, escrito por el primero de ellos. Se puede adquirir en la librería Laie del CCCB, aunque aprovecho para decir que también seria de interés que se pudiese comprar, desde el mismo momento de la inauguración de la exposición, un libro con el catálogo de la colección expuesta, lo que en el momento de mi visita aún no fue posible.

A esas explicaciones digitales que he hipervinculado en el texto y a los libros citados me remito para el conocimiento profundo de esta valiosa exposición, en todo caso, mi labor aqúi es exponer únicamente algunas de las cuestiones que más me han impactado de lo propuesto por la exposición, sobre todo pensando en su traslación a los momentos actuales.

Considero que el inicio de la exposición es excelente, con la muestra de máscaras utilizadas antiguamente, en la época medieval, sobre todo en las sociedades germánicas o del norte, como símbolos mitológicos divinos, como es el caso de la Diosa Perchta (se adjunta una fotografía de una de sus fisonomías posibles),apelando a la dureza de la naturaleza y a su carácter justiciero respecto de la conducta de las personas.



Creo que el miedo que provoca la propia fisonomía de esas máscaras buscaba representar el poder para esas sociedades, apaciguarlas a través del miedo y mantener las costumbres o tradiciones fijadas en cada comunidad. Esa sensación de miedo es visible en un cuadro cuya visión me aterroriza, “El cazador salvaje”, de Johann Wilhelm Cordes, tal vez recordando que salirse de la norma social podía acarrear la inclusión en ese apocalipsis de fuego y figuras apocalípticas aladas. Máscaras o figuras de carácter fantástico que significaban ese poder que nadie tenía recursos mentales para imaginar pero que, a través de inspirar miedo, conseguián su objetivo de dominio social. Hoy, en cambio, parece que el poder autoritario no es necesario que se muestre a través de esas máscaras.



También al miedo me sumergió la entrada a la sala dedicada al Ku Klux Kan, movimiento representativo del supremacismo blanco, o dicho de otra manera, del racismo que asegure un poder omnímodo del hombre blanco, protestante y estadounidense, que busca despojar de dignidad a quién no comparta esos caracteres (aunque la bandera nacional que utilizan en las manifestaciones mostradas en la exposición podría ser sustituible por otras creadas en Europa de infausto recuerdo).

Ver esas manifestaciones del Ku Klux Kan con esas batas impolutamente blancas pero fantasmagóricas y en particular sus capirotes blancos, me parece que copiadas de las procesiones de pascua en España, me hacían pensar también en la des-reponsabilización que asumen las personas que se las ponen. Llevas esas máscaras y sábanas, como si fuera un uniforme identitario, es como si para quien las llevará significasen un mecanismo de pertenencia de pureza tribal y sobre todo una autolegitimaicón en la realización de cualesquiera tropelías.

Siguiendo con la estela de la impregnación de la máscara como símbolo negativo está también la sala dedicado a Fantomas, el personaje creado por Magritte en el s. XIX.Dice el folleto digital explicativo de la exposición que se trata de un producto de la imaginación popular frente al control del rostro dessarrollad por la incipiente política francesa de la época. A mi modo de ver, ese productivo se construye convirtiéndolo en una figura conspirativa y siniestra que va más allá de lo real y al que se pueden imputar todos los hechos de nuestra sociedad que escapan a nuestra comprensión. Este personaje me hizo pensar en las teorías conspirativas que abundan hoy en día, si bien la diferencia está en que ese personaje de Fantomas hoy día no aparece con un antifaz. Esas teorías envueltas en noticias falsas aparecen desnudamente de forma constante, con personajes que parece que no es necesario que se escondan tras una máscara.



En cambio, un motivo que me llevó, primero al horror, luego a la ternura, y finalmente a la reflexión crítica, fue las máscaras que tras la I Guerra Mundial se crearon para tapar el rostro de hombres desfigurados en la guerra (Gueules cassées). Tras el primer sentimiento, una honda crítica y de carácter pacifista a los desastres de la guerra aparece con la película de Abel Gance, J’accuse, y su cortometraje Masque d’horreur, para atacar a quiénes decidieron que millones de personas, sobre todo jóvenes, campesinos y trabajadores, fueran al matadero en la primera guerra mundial del s. XX. La máscara és el recordatorio de la actitudad genocida y críminal de otros que han actuado a cara descubierta.


Una mujer llamada Anna Colleman Ladd lleva a cabo los últimos retoques a una máscara que cubra el rostro defigurado del hombre (un "gueule cassée" -Library of Congress)

Tras esa sala, aunque también en el marco de la própia época de la Gran Guerra y algo después, es de interés es ver la iniciativa artística y con profundo sentido político que toman las mujeres para dar inicio al movimiento Dadá de pintura en el Cabaret Voltaire, en Zurich, Suiza, con su puesta en cuestión de todas las convenciones sociales, sobre todo a través de lo realizado por culturas antiguas. De la exposición recomiendo detenerse en la visión que nos muestran los trabajos de Mary Wigman o Sophie Tauber, particularmente en esta última el uso de ropa auténticamente rompedora de convencionalismos sociales y de la útilización de máscaras. Esta tipo de simbologia en el cubrimiento del rostro fue una reacción a las máscaras usadas los rostros desfogurados de los soldados de la Gran Guerra, atribuyéndose un significado de locura, de extravío, de crítica hacia la sociedad que permitió la guerra, de forma que todos debiésemos llevar esas máscaras de formas alucinadas y alucinantes, y no solo las víctimas de la guera. Desde luego, supropuesta libertina es una nueva forma de representarnos alejada de cualquier formalidad en nuestra presentación social y de mostrarnos a los demás.


Photograph of Sophie Taeuber-Arp dancing at the Cabaret Voltaire/Galerie Dada, ca. 1916/1917


Finalmente, acabaré expresando que en el último tramo de la exposición es de interés la sala relativa a las máscaras usadas en la Lucha libre de México, que puestas por los correspondientes luchadores con el heroísmo, la fortaleza y la honestidad, pero que una vez quitadas despojan de cualquier mito al hombre que las lleva. También la crónica que se hace en otra sala del movimiento Anonymous, donde en un panel se viene a decir que lo intrigante de la máscara se desvanece a través de su uso fetichistas; también la utilización de máscaras como símbolo feminista por parte del colectivo Pussy Riot, una fuente inagotable de colorido para rebelarse contra poderes opresores de la libertad de las mujeres, o finalmente, la sala apocalipsis, relativa a la Covid-19, en el que llaman la atención varias fotografías de propaganda del Gobierno chino. En una de ellas se lanza la idea del sacrificio que tienen que hacer unos jinetes, también enmascarados, para hacer llevar la noticia de la pandemia a confines lejanos de China. La máscara es un instrumento también de propaganda, aunque también se pueden pensar que justamente la llegada de hombres a lugares confinados, donde no ha llegado ningún otro ser en tiempos, justamente puede ser también una vía de transmisción del virus.



Acabo diciendo que recomiento la visita a la exposición varias veces, porque su recorrido es intenso y largo. El cuerpo también necesita descansar al contemplar la colección (razón por la cual me permito recomendar que haber puesto algun banco donde sentarse también estaría bien). Además de ello, tal vez sería de interés rebajar el volumen de sonido de algunas salas (derivado de películas o cortometrajes que se están proyectando),lo cual permitiria comentar o reflexionar con acompañantes algunas obras de forma más sosegada.

Felicitaciones en todo caso al CCCB por la exposición realizada!

 
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